La razón debemos buscarla entre nuestros ancestros menos evolucionados, quienes, ante una situación de riesgo usaban las manos para trepar a los árboles, estrategia que era más sencilla de realizar con las manos húmedas ya que proporcionaba mayor agarre. De por sí, las palmas de las manos se humedecen más pues poseen más glándulas sudoríparas que en otras partes del cuerpo, y ante un peligro esta cualidad se acentúa aún más.
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